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El deseo de vivir hasta los 100 años y más ha impulsado una industria del bienestar en auge. Una avalancha de suplementos dietéticos, dispositivos antienvejecimiento y literatura que promete los secretos de la longevidad ha inundado el mercado, con diversos “gurús” compartiendo sus experiencias y conocimientos.
Sol Justin Newman, investigador del Centro de Estudios a Largo Plazo del University College de Londres, cree que “la mayoría de los datos sobre la edad de las personas mayores son poco fiables, y en algunos casos, los errores son simplemente impactantes”.
En su estudio, que actualmente está bajo revisión por pares y ha generado intensos debates, Newman analizó datos sobre centenarios (personas que han alcanzado los 100 años) y supercentenarios (aquellos que han vivido hasta los 110 años o más) en Estados Unidos, Italia, Inglaterra, Francia y Japón.
Newman descubrió que los centenarios a menudo provenían de áreas con sistemas de salud deficientes, altos niveles de pobreza y registros estadísticos y demográficos poco desarrollados.
“El verdadero secreto de la longevidad podría ser nacer en un lugar donde los certificados de nacimiento sean raros, enseñar a tus hijos a cometer fraudes con las pensiones y mentir constantemente para obtener beneficios”, bromeó Newman con sarcasmo al recibir en septiembre el Premio Ig Nobel, otorgado a investigaciones que, aunque científicas, resultan cómicas o absurdas.
Un caso emblemático es el de Sogen Kato, quien era considerado el hombre más anciano de Japón hasta que en 2010 se descubrieron sus restos momificados.
Resultó que en realidad había fallecido en 1978, pero su familia nunca informó su muerte y continuó cobrando su pensión durante 30 años. Los familiares del falso centenario fueron arrestados y condenados por fraude.
Tras este escándalo, el gobierno japonés inició una investigación y descubrió que el 82% de los centenarios registrados en Japón (unas 230,000 personas) en realidad estaban desaparecidos o habían fallecido, aunque oficialmente seguían vivos.
“En los documentos todo está en orden, pero en realidad ya no existen”, afirmó Newman.
El investigador sostiene que verificar la edad de los centenarios requiere un análisis minucioso de documentos antiguos, que podrían haber sido erróneos desde el principio o falsificados con el tiempo.
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El debate sobre las “zonas azules”
Newman también cuestionó la credibilidad de las llamadas “Zonas Azules” — regiones donde supuestamente las personas viven significativamente más tiempo que el promedio.
El término fue utilizado por primera vez en 2004 en un estudio sobre la longevidad en la isla italiana de Cerdeña.
Un año después, el periodista de National Geographic Dan Buettner escribió un artículo añadiendo al listado el archipiélago japonés de Okinawa y la ciudad californiana de Loma Linda, hogar de la comunidad más grande de Adventistas del Séptimo Día.
En octubre, Buettner admitió a un reportero del New York Times que incluyó Loma Linda en la lista únicamente porque su editor le exigió encontrar una “Zona Azul” en Estados Unidos.
Posteriormente, Buettner colaboró con demógrafos y juntos crearon la marca Blue Zones Lifestyle (Estilo de Vida de las Zonas Azules), agregando a la lista la Península de Nicoya en Costa Rica y la isla griega de Ikaria.
Sin embargo, estudios en Japón cuestionaron el elevado número de ancianos en Okinawa.
Newman señaló que un estudio en Costa Rica en 2008 reveló que el 42% de los centenarios mintió sobre su edad en censos anteriores.
En cuanto a Grecia, citó datos de 2012 que indicaban que el 72% de los centenarios registrados en el país habían fallecido antes del censo o nunca habían existido.
“Solo están vivos el día en que cobran su pensión”, ironizó Newman.
A principios de este año, varios investigadores prominentes de las Zonas Azules publicaron una carta abierta acusando a Newman de realizar un trabajo “ético y académicamente irresponsable”.
Lo señalaron por utilizar estadísticas de amplias regiones de Japón y Cerdeña, cuando en realidad las Zonas Azules son comunidades extremadamente pequeñas y específicas.
Los demógrafos también afirmaron que verificaron minuciosamente las edades de los centenarios en las Zonas Azules, examinando registros históricos desde finales del siglo XIX.
Newman, sin embargo, no quedó convencido.
“Si un certificado de nacimiento fue incorrecto desde el principio, se copiará fielmente en todos los registros, creando una documentación completamente coherente pero errónea”, argumentó.
Un enfoque científico para verificar la edad
Según Newman, la única manera de salir de este “pantano” es utilizar métodos científicos confiables para determinar la edad de las personas.
El gerontólogo Steve Horvath, de la Universidad de California, declaró a la agencia AFP que ha desarrollado una tecnología llamada “reloj de metilación”, diseñada específicamente para verificar la edad biológica y detectar fraudes relacionados con la longevidad.
Según Horvath, estos relojes pueden identificar fraudes evidentes, como cuando un hijo adulto se hace pasar por su padre o hermano con una diferencia de edad de más de 10 años. Sin embargo, todavía no son lo suficientemente precisos como para diferenciar entre una persona de 115 años y otra de 120.
Horvath propuso analizar una muestra de ADN de Jeanne Calment, la mujer francesa que falleció en 1997 a los 122 años y que ostenta el récord mundial de longevidad documentada.
“El análisis de Newman parece convincente”, dijo Horvath, añadiendo que varias regiones de longevidad extrema están bajo vigilancia científica.
“Sospecho que ambas posturas contienen algo de verdad”, concluyó.
“Si quieres vivir muchos años, olvídate de los elixires mágicos y de los consejos de gurús dudosos”, aconsejó Newman. “Haz caso a tu médico, haz ejercicio, no bebas, no fumes, y eso es todo”.
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A principios de este año, un estudio también reveló que cuanto mayor es el dueño de una mascota, peor la alimenta.